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martes, 4 de diciembre de 2007

Las Naciones negras en Buenos Aires

Ellos, triste carga mercante, tienen el mérito de haber creado la primera república latinoamericana.
Modelo de vehemencia para los pueblos de hoy
que ambicionen metas semejantes.




Cuando soplaba el viento norte la ciudad entera oía los lamentos de los hombres negros que habían sido depositados con otras mercancías en las barrancas del retiro. Gemían porque sus duelos eran absolutos. Sin embargo el esclavo no se agotó en el llanto ni en el efecto narcotizante del “stramonium” que fumaba.

Lo mantuvo atentos la esperanza de recuperar su dignidad.


Los negros haitianos con sangre e ideas de la Revolución Francesa, fraguaron la primera república de nuestro continente. Otros compañeros de infortunio organizaron en el noreste brasileño el Estado de Palmares, que sostuvieron durante más de cien años resistiendo heroicamente a paulistas y holandeses; fue la rebelión de esclavos de mayor duración que conoció la historia. El cine se encargó de difundir las actitudes de los habitantes de Numancia y Massada frente a los romanos, pero los americanos ignoramos que los esclavos cubanos burlaban a sus amos suicidándose en masa.


En el Río de la Plata la resistencia no fue cruenta, se asociaron manteniendo las tradiciones africanas tanto como les fue posible… hasta que las ideas y venidas del ritmo negro – por esas extrañas bromas de la vida- parió al tango blanco.


Oleo: Pedro Fígari

Se calcula que alrededor de 2.400.000 esclavos ingresaron en la América española. Para Brasil se comprueban unos 4.000.000. ¿Por qué si en los primeros momentos de la colonización la Corona española prohibió la entrada a todo aquel que no fuera de viejo linaje cristiano, fomentó luego este tráfico? Las causas estructurales e ideológicas, sumadas, se resumen así: comprendió que se necesitaba mucha más mano de obra para las tareas de la nueva economía que la que los indios podían brindar.

Para mejor sustento de esta determinación, a las demandas de cabildos y personajes, se sumaron las apreciaciones de los religiosos jerónimos y de Fray Bartolomé de las Casas, que apoyaron la aberración de la esclavitud negra con el fin de defender la situación del indígena.

A este último sacerdote, según sus declaraciones, no le alcanzaría la vida para arrepentirse.

La Corona firmó para Buenos Aires dos “asientos” (contratos); uno, en 1708, con la Compañía Francesa de Guinea, que tuvo sus barracas en el Parque Lezama; y el otro, en 1713, con la Compañía Inglesa del Mar del Sud, cuyas barracas estaban en Retiro.

Es estos depósitos, obviamente, los hombres negros, se acumulaban junto a las demás mercancías.

En cada región de América el esclavo tuvo un desempeño y consideración diferentes. En el Río de la Plata, se lo destinó a las tareas rurales, oficios, artesanías, tareas domésticas y, el trato en general fue bueno.

Cuando la severidad del amo sobrepasaba los límites, el esclavo pedía podía pedir carta de venta y cambiaba de dueño, así como compraba su libertad. En Buenos Aires el hombre negro gozó del ocio; gracias a sus ocupaciones podía realizar trabajos particulares, entregando al amo sus ganancias, y en cuotas, conseguir su emancipación.

Pero ellos no solo fueron escoberos, panaderos, hormigueros, amas de leche y lavanderas; también desde las primeras luchas de la independencia, estuvieron en el frente. Cuando el general San Martín, preparaba su ejército, pocos eran los porteños que se enrolaban, de modo que se dispuso que cada propietario debía vender uno de cada tres esclavos para las milicias. Así, regaron con su sangre esclavizada las tierras de sus amos, luchando por la libertad ajena. Y lo hicieron con valentía… Cuatrocientos de ellos cayeron, tan solo, en Chacabuco.

De la desaparición del hombre negro en Buenos Aires es fácil percatarse. La anterior fue una de las causas. Los cuadros demográficos muestran mermas sugestivas.


Padrón de 1836 – Población negra 24%
Padrón de 1858 – Población negra 20%
Padrón de 1868 – Población negra 9%
Padrón de 1887 – Población negra 1,8%


Otras causas:
a) La actividad ganadera, donde pocos hombres se hacen cargo de cientos de animales, hizo innecesario continuar la importación.

b) Con el enrolamiento de los hombres negros se produjo un desequilibrio entre los sexos que condujo al mestizaje y posterior blanqueamiento.
c) Las epidemias de viruela y de fiebre amarilla, hicieron estragos entre ellos.


Su grito de libertad en estas tierras fue el sostenimiento de los patrones culturales africanos. Lo conseguían a través de las asociaciones mutualistas, en las que se agrupaban de acuerdo a su región de origen. Calcados de las sociedades secretas del África Occidental, los primeros grupos se constituyeron de hecho; rápidamente cobraron una estructuración compleja con estatutos, libros de contabilidad y un orden jerárquico. La finalidad primordial era la de recaudar fondos para comprar la libertad de sus hermanos de raza, asistir enfermos, comprar terrenos para edificar las sedes. Estos predios estuvieron ubicados en el barrio de Monserrat, de la Avenida Bernardo de Irigoyen al Oeste. 



Oleo: Pedro Fígari


Al lugar se lo conocía como el Barrio del tambor, dado que era el instrumento preferido para sus bailes, o también Barrio del Mondongo. Respecto de esta última denominación, existe una controversia de si deriva del alimento homónimo que los negros consumían a causa de su pobreza, e iban a buscar a los cercanos mataderos; o si el apelativo “mondongo”, se formó a partir de una región congolesa “Dongo” , sumado al prefijo santú “mu” , de lo que resulta “mudongo”.

Estas asociaciones eran conocidas como “naciones” o “candombes”, entre los más conocidos estaba el de “Grigera”, que funcionó en México 1265 entre 1823 y 1901. La nación “Cabunda”, en la calle Chile entre Santiago del Estero y Salta, fundada en 1823, subsistió hasta bien entrado el siglo XX. La “Benguela”, funcionó en México 1272. La nación “Congo Augunga” estuvo en la calle Santiago del Estero, casi San Juan.

Estas asociaciones desaparecieron por efecto de la transculturación, las generaciones jóvenes, ya no deseaban conservar las tradiciones, sino sumarse a los patrones culturales occidentales que gozaban de prestigio “civilizado”.

Murió la tradición africana y murió el hombre negro entre nosotros, a punto tal que los diarios de 1880 en adelante, hacen noticia de esos seres que desapareciendo se convertían en personajes: Cayetano Pelliza, Matías Rosas, Mariana Artigas, Benedicto… ébanos de dolor en papel prensa.


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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna
Versión para Internet del artículo publicado en septiembre de 1993
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