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sábado, 17 de octubre de 2009

El Pacará de Segurola



Foto: Periódico Boedo 15 de julio de 1939

En la esquina de Puán y Baldomero Fernández Moreno, a metros del parque Chacabuco, había un árbol cuando no existían calles, sólo un gran quinta con una casona colonial donde, infatigable, el deán Saturnino Segurola luchaba salvando vidas, con la aplicación de la vacuna antivariólica.

En aquellos tiempos esta mansión pertenecía a Romualdo Segurola, hermano del deán; con el correr de4 los años se la conoció como “la quinta de los Segurola”, “La quinta de los Letamendi” y “La quinta de la vieja”. El árbol en cuestión era un pacará, que se convirtió en una reliquia, “fundiéndose al nombre del deán”, para llamarse “el pacará de Segurola”.

Durante siglos la viruela fue un azote para la humanidad, hasta que Jenner descubrió la vacuna que tantas vidas salvaría. El 1803 Carlos IV envía una expedición a sus colonias; el Dr. Francisco Javier Balmis era su comandante científico. Parte de La Coruña con 22 niños a bordo, de los que se obtendrían las cepas para el antídoto. Este itinerario, muy largo, se extendió por Centroamérica y América del Sur, donde la expedición se divide en dos rasmas. Una de ellas, guiada por el Dr. Balmis, vacuna a amigos y enemigos de España en Oceanía, Asia y África; ambos grupos se reúnen en Buenos aires donde el deán toma contacto con ellos, convirtiéndose en el primer propagador de la vacuna en el país. Sosteniendo a su costa por más de veinte años esta tarea. Cuando en 1806 Balmis regresa a España, fue el deán quien heredó la heroica misión de luchar contra el miedo de la gente y el desinterés de los médicos que se resistían a aprender sobre el uso y conservación de la misma. Fue facultado por el Cabildo para publicar sus beneficios disponiendo de la fuerza pública para forzar su aplicación.

Si bien el Dr. Saturnino Segurola privilegió esta obra es de destacar que tuvo un preocupación enciclopedista que quedó reflejada en los caros que ocupó y las actividades que desarrolló; por ejemplo fue director de la Biblioteca Pública, director general de Escuelas, organizador de la Beneficencia Pública; poseyó grandes conocimientos sobre botánica, ciencia por la que tuvo gran afición, amén de su amor por la historia, siendo el primer coleccionista de manuscritos del país. La generosidad con que se ponía a disposición de los demás su colección, le valió el elogio de los hombres de letras del país y del extranjero.

A la sombra de ese hermoso pacará, Segurola vacunaba a los vecinos de esos parajes, y terminada la jornada seguían las tertulias en las que participaba conocidas personalidades de la época, entre ellos el General las Heras, cuñado de Romualdo Segurola.

En 1830 la labor de este benefactor se interrumpe. Los Letamendi, herederos de Romualdo toman posesión de la propiedad. En 1839 el pacará asiste al embargo de la quinta y su ocupación por las tropas rosistas, siendo esto represalia por la participación de su dueño en la “Revolución del Sud”. Para aquel entonces, este hermoso árbol de flores blanco verdosas, originario del nordeste argentino ya tenía unos 50 años.

Transcurrió el tiempo. Desaparecieron las quintas del sur y se abrieron calles.

En la esquina Noreste de la intersección mencionada al comienzo, el pacará quedó en una pequeña plazoleta sobre un terreno expropiado por la municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, cuando en 1946 se lo declaró Monumento Histórico nacional.

En 1914 la Sociedad Forestal Argentina había colocado una placa conmemorativa; en 1932 el Partido de Salud Pública de Genaro Giacobini, coloca una segunda. Como es común en estas latitudes, en 1943 se denuncia que este testimonio viviente de nuestra historia no tiene una placa alusiva. En la actualidad pueden leerse dos bronces: uno donado por la Asociación de Fomento de Parque Chacabuco Oeste al cumplirse el 94 aniversario de la muerte de Segurola y, reaparecido la del Dr. Giacobini.



Foto: Periódico Boedo 15 de septiembre de 1940 Tomada el año anterior en ocasión de declararse al Pacará Monumento Nacional Histórico. En ella se aprecia al Senador Dr. Alfredo Palacios y al Dr. Genaro Giacobini entre otros.
¿Dónde quedó la placa de la Sociedad Forestal Argentina de 1914?

En 1980 una publicación de Municipalidad de Buenos Aires, nos daba cuenta del buen estado de salud de este ejemplar de 17 metros de altura y más de 3 metros de circunferencia de tronco. Aunque se conservan la plazoleta, los bronces decorativos y el cerco que lo rodeaba, hace apenas unos años, el árbol murió de ancianidad. El joven pacará con que quisieron reemplazarlo no tuvo coraje de empañar la memoria de su antecesor; seguramente no soportó el peso de tal responsabilidad: también murió. Un vecino de Fernández Moreno y Hortiguera nos informa que los habitantes del barrio conocían muy bien la historia de este árbol que era visitado por gente de otros lugares.

El blanco cerco tan cuidado, que rodea un vacío, impresiona notablemente; el vacío no es tal; de alguna manera la obra de Segurola y su Pacará, sobrevivirán a la mudanza de los tiempos.



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© Peña de Historia del Sur. Ana di Cesare, Gerónimo Rombolá, Beatriz Clavenna


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Versión para Internet del artículo publicado en enero de 1994

*La bibliografía y documentación que lo sustenta, puede solicitarse al correo del blog.




ACTUALIZACION:
El 18 de octubre del 1009, visitamos la pequeña plazoleta de la esquina de Puán y Baldomero Fernández Moreno. Un joven pacará se alza en el lugar del histórico. Solamente queda una placa conmemorativa, colocacada por los vecinos.

Actualización:  Ana di Cesare