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miércoles, 15 de enero de 2014

Taller de Historia Oral




Hace algunas décadas, los historiadores comenzaron a valorar el testimonio oral. Hasta entonces, el documento escrito, había sido la “fuente” en la que abrevábamos.

Continúa siéndolo, desde luego, pero el testimonio de quienes vivieron una época, ofrece matices particulares a la hora de la reconstrucción.

Es cierto que la memoria es selectiva, que la gobiernan los afectos, que gran parte del material recogido en una entrevista o en un taller de reconstrucción de historia oral, esta viciado por la subjetividad.

Sin embargo esa misma subjetividad, ofrece un acabado conocimiento de la idiosincrasia de tiempos pasados, que de otra forma, hubiera sido imposible conocer.

En 1995, Beatriz Clavenna de Ferraro y yo, coordinamos un taller, que resultó, para ambas, inolvidable.

Aunque su tema era la historia del barrio de Boedo, las talleristas mujeres superaron en número a los varones, y le dieron al desarrollo una tonalidad muy particular.

La cuestión del género se impuso. Los roles designados desde la infancia para que rigieran una vida modosa, tal como se entendía la condición femenina, en las cuatro primeras décadas del siglo XX, había sido enfrentado por las participantes. Cada una labró su destino desde la rebeldía a las condiciones impuestas, pero debiendo resignar en la negociación que posibilitara la convivencia, parte de sus deseos.

Ningún documento habló más alto, que la emoción con ellas reconstruyeron sus luchas cotidianas, los jirones de si mismas que dejaron en el camino, para abrirnos un camino más cómodo de transitar, a las que vinimos unas décadas más tarde.